sábado, 31 de octubre de 2009

El jardinero

Era una enredadera inmensa, desprolija, llena de ramas entrecruzadas, hermosa. Y si una cosa tan monstruosa era tan bella era porque nada de lo que existía dejaba de ser, de una forma u otra, parte de ella.

Las paredes que envolvía le daban su forma. Las plantas que la rodeaban, de diferentes colores, le hacian contrastar diferentes tonos, haciéndolos resaltar. Así habia zonas de verdes brillantes que evocaban praderas interminables, o zonas de verde oscuro, en algun recoveco de las paredes, inundadas en sombras. Estas partes hacian pensar en bosques oscuros, selvas salvajes, llenas de misterios y secretos.

Sobre esta enredadera empezo a trabajar nuestro jardinero, lentamente. Le fue insertando una grilla por debajo de las ramas. Una gran grilla cuadriculada colocada de forma tal que con el tiempo la ennredadera fue creciendo alrededor de ella, siguiendo todas las guias. Poco a poco todo se fue adaptando y uniformando y ahora cualquier sector de la enredadera es muy parecido a cualquier otro.

Por suerte, a pesar de todo, los contrastes y los rincones oscuros son todos los mismos. No hay forma de que la enredadera no tenga, en mayor o menor medida, la forma de la casa en la que se apoya y que tome lentamente a la grilla que la soporta y la haga parte de ella. Y si esto es así es porque la enredadera esta viva, y sigue siendo ella. Así la vida avanza, en cada descuido, constantemente, hermosa.

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