martes, 8 de enero de 2013

Escribir

     Cuando llego a mi casa, el mundo que me venía siguiendo me alcanza. Yo freno de golpe pero éste mantiene su curso a toda velocidad, y antes de que me reviente la cabeza contra la pared, agarro un cuaderno y una birome. Entonces, lo hace, me alcanza, y me revienta.
     Mi cabeza se rompe con un estallido seco y luego de un instante de calma, la sangre empieza a gotear por las paredes y el techo. Mi cuerpo se desploma, y de mi mano caen la birome y el cuaderno con algunas hojas hechas mierda.
     Después, mientras espero que mi cabeza se recomponga, me acuesto feliz, satisfecho.