Para Walter y Plutarco, a quienes si quiero que lo lean les voy a tener que alcanzar una copia en papel.
Por lo que yo sabía, caminaba por la cornisa. No podía estar seguro porque apenas veinte centímetros bajo el camino todo estaba completamente oscuro. Entonces avanzaba tenso, con la completa oscuridad en mi campo visual y el terrible abismo amenazándome en mi imaginación. Sabía que era ridículo pero no podía hacer otra cosa. A veces, cuando encontraba un lugar donde sentarme me quedaba viendo hacia abajo, esforzándome por ver un poco más. Distinguía algunas formas pero no podía estar seguro que no las estuviera imaginando. Asíque avanzaba, lento, sufriendo, sujetado de pies y manos a la pared de piedras afiladas. Con el tiempo se volvía cada vez más y más tedioso avanzar así. Me tentaba quedarme en un lugar pero no era el único en el camino y si se acumulaba mucha gente inquieta detrás podían llegar a hacer cualquier cosa con tal de seguir avanzando. Más de uno había caído barranca abajo victima de algún caminante apurado por pasar.
Un día decidí dejar el camino, tenia dos opciones. Subir escalando como mucha gente ambiciosa hacia o explorar la oscuridad. La primera, aunque mas segura se me hacia muy solitaria y sufrida. De hecho, cuanto mas arriba llegaba uno mas solo estaba. Y una vez que se empezaba a subir no había muchos sitios donde detenerse a descansar. Teniendo esto en cuenta me decidí por la oscuridad.
Con cuidado me acosté boca abajo en el camino mientras con las piernas tanteaba la pared para buscar donde apoyarme. La gente que pasaba me miraba extrañada y más de uno intento convencerme que no bajara. Todos usaban las mismas explicaciones y frases armadas que había escuchado toda mi vida. Luego de algunas discusiones decidí ni siquiera esforzarme en responder. Estaba decidido.
Habiendo encontrado apoyos firmes me sumergí integro en la oscuridad. Al principio me quedé quieto con una sensación de vértigo terrible. Aunque sentía mis manos y mis pies sujetados a la pared tenia la sensación de estar volando a toda velocidad en diferentes direcciones. Tuve mucho miedo pero decidí seguir adelante.
Luego de unos pocos movimientos a oscuras choque contra alguien que colgaba como yo. Apenas escuche su voz pude verlo completo en medio de las tinieblas.
- Hola, ¿que tal? - me dijo - ¿Aventurándote un poco?
- Si - Le dije sin dejar de notar que él no estaba sujetado a nada - Estaba harto del mismo camino
- Te entiendo - dijo cruzando los brazos - Yo voy lo menos que puedo, de hecho nací acá.
- ¿En serio? - Pregunté sorprendido - ¿Y por eso es que no te hace falta agarrarte?
Soltó una carcajada un tanto burlona y me dijo
- No, acá no hace falta agarrarse, pero no te voy a pedir que te sueltes porque la gente de arriba está muy acostumbrada. Si se sueltan de golpe algunos la pasan bastante mal.
Pensar en soltarme me daba un vértigo terrible, decidí abandonar la idea.
- ¿Viene mucha gente de arriba?
- De vez en cuando se aventura uno que otro. Algunos no llegan a ver mucho, ni siquiera se dan cuenta que acá abajo no nos agarramos. Estuviste rápido con esa.
Me reí como un idiota por el halago de esta persona que empezaba a admirar.
- ¿Y la gente que baja se queda?
- Eso depende de cada uno - dijo cruzando despreocupado las piernas mientras flotaba - Hay alguno que otro que se sorprende así como vos y decide quedarse.
- Que bueno - dije y al verme todavía agarrado de pies y manos, con mi cara casi apoyada contra las piernas y mi cuerpo tenso agregué - Creo que yo estoy muy acostumbrado al camino.
- Poco a poco - dijo con una sonrisa - Cada uno tiene que saber cuando está listo. Si querés volver por acá siempre vas a ser bien recibido.
Una sonrisa se me dibujó en el rostro, ese hombre me transmitía su paz y alegría de una forma inexplicable. Le estreché fuerte la mano y después de un cuidadoso abrazo que lo hizo soltar una carcajada le pregunté su nombre.
- Walter - dijo
- Gracias Walter, tal vez nos volvamos a ver.
Dicho esto subí de un salto al camino y empecé a andar con paso rápido. Sonreía mientras veía los colores en el horizonte y la gente que debajo del camino flotaba alegre en la oscuridad. Mi paso se aceleró más y antes de darme cuenta, confiado de no caer, corría por el sendero.