Cuando rozan mis manos vibran y al presionar mis dedos contra ellas se mueven de tal forma que golpean contra cualquier cosa que ande cerca. Al abrazarlas se meten dentro de mí y viajan por todo mi cuerpo. Por mis piernas, subiendo a toda velocidad de forma que hacen que mis pies se eleven de
Luego las cosas suben lenta, suavemente. Recorren mi cuello y mi nuca, subiendo por mi cara. Recorren mis labios, mis orejas y mis ojos. Finalmente llegan a mi cerebro donde, indefectiblemente y sin excepción, mueren dejando tras de sí sus restos. Un espacio vacío y una palabra para nombrarlo.